Usme es la localidad número 5 del distrito capital desde 1954. Después de la localidad de Sumapaz, es la segunda localidad más grande con área rural, correspondiente a un 85 % de su área total.
La zona rural de Usme cuenta con importantes cuerpos de agua: Lagunas de Bocagrande, las lagunas de los Tunjos, el río Chisacá, el río Mugroso, que surten el embalse de Chisacá, junto con las quebradas Olla Honda, Piedra Gorda y el río Curubital, que llegan al embalse La Regadera; además de nacederos, vertientes y otras quebradas que confluyen en la cuenca del río Tunjuelito hasta terminar su curso en el río Bogotá.
Desde el embalse La Regadera, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, EAAB, conduce el agua cruda por tuberías que atraviesan la zona rural de Usme hasta llegar a las plantas de tratamiento La Laguna y El Dorado, las cuales la potabilizan y distribuyen a la población de la parte urbana del sur de la ciudad.
Antes del año 2000, el sistema de conducción o suministro de agua cruda para las familias campesinas era por el sistema de zanjas o mangueras, que llegaban a las viviendas campesinas; pero los diferentes cambios climáticos y fenómenos naturales de sequía o de altas lluvias en la ruralidad de Usme generaron un problema en el suministro de agua, debido a que en la época de invierno, por las crecientes de agua y escorrentías, se arrastraban gran cantidad de sedimentos que obstruían el paso del agua o hacían que esta llegara a las viviendas demasiado sucia y, en la época de largos veranos, el agua escaseaba en las veredas, en especial en las partes más altas. Ejemplo de esto fue el caso presentado en la vereda La Unión, en el año 2001, cuando la alcaldía local tuvo que enviar a la escuela agua en carro tanques para asegurar su funcionamiento y solucionar a la población la demanda. También se presentaban entonces conflictos en la comunidad, ya que solo algunas familias tomaban el agua de primera mano y no permitían que las demás la obtuvieran.
Estas problemáticas dieron paso para que, en cabeza de los presidentes de las juntas de acción comunal, iniciarán un proceso de gestión para tener agua potable en las viviendas de las familias campesinas de la localidad de Usme. Algunas veredas, en especial las más cercanas al casco urbano de Usme, solicitaron a la empresa de acueducto el servicio, pero obtuvieron una respuesta negativa a su solicitud, puesto que la EAAB aludió solo tener potestad para prestar el servicio en lo urbano y en barrios legalizados.
Teniendo en cuenta esta situación, líderes de la zona rural de Usme iniciaron un proceso de gestión, ante las diferentes instituciones, para dar formalidad a esta gestión y poder hablar a nombre de todo el territorio rural, y decidieron conformar una organización denominada Comité de Aguas y Saneamiento Ambiental de Usme.
Este comité se conformó con la misión de gestionar los recursos económicos y financieros para la construcción de los acueductos veredales, priorizar los acueductos a construir, tramitar los permisos prediales para la construcción de infraestructura y realizar trámites para las concesiones de agua ante la CAR. También se encargó de realizar el acompañamiento en la zona a funcionarios, promoviendo la organización de la comunidad en las ESP, sensibilizando a la comunidad para que realizarán sus aportes, y ejerció el control social y seguimiento en la construcción de los acueductos.
Yo tenía unos seis o siete años y los fines de semana siempre les pedía a mis papás que me llevaran a los almacenes de mascotas. Me encantaba ver los peces y las tortugas en los acuarios, me preguntaba si uno podría respirar bajo el agua, como Acuamán. Quería ser un biólogo marino y vivir al lado del mar.
Un día mis papás me regalaron un pececito color púrpura con largas aletas tornasoladas, en una pecera de cristal con piedrecitas pequeñas en el fondo, una planta acuática y un barco de piratas hundido. Qué emoción. Eso era lo que yo quería. Y yo escogí el pececito. Era el pez más hermoso del almacén, de cerca se podía ver una cantidad de colores en las escamas que brillaban con luz fosforescente. Era un espectáculo. Inmediatamente me aficioné por él y me comprometí a darle su comida todos los días y a cuidarlo. En el almacén me dijeron que debía darle comida dos veces al día y que debía ser muy poquita, una pizca, casi nada, y solo de la que es especial para los peces. También me dieron unas goticas azules para ponerle al agua, tres cada tres semanas, no más, y me explicaron que cuando cambiara el agua debía dejar un poco de la que ya tenía.
Al despertar por la mañana lo primero que hacía era ver que mi pececito estuviera bien y le daba unas pocas hojuelas de alimento, según las instrucciones que recibí. Mientras él comía yo veía cómo se reflejaban en el aire de la superficie sus fugaces cacerías. Por la tarde, cuando llegaba de estudiar, corría para verlo y nuevamente le daba comida. Cada tres semanas le ponía al agua las tres gotas azules, que al caer se disolvían en el agua formando velos de azul intenso que bajaban desenvolviéndose hasta disolverse. Luego desaparecían. Un espectáculo. A veces le ponía en el fondo de la pecera alguna piedra bonita o un juguete, y miraba por un rato lo que hacía. Cuando lo veía de frente por entre el cristal me preguntaba cómo me vería él a mí, y me imaginaba que yo debía ser muy importante para él.
Unos meses después noté que el agua en la pecera estaba un poquito verde. Me preocupé. No me había dado cuenta antes y no sabía hacía cuanto tiempo estaba así. Me pareció que podía estar sucia y enfermar a mi pececito, esa posibilidad me asustó. Miré bien y me di cuenta de que los vidrios de la pecera estaban manchados, sucios, podía ser que sólo fuese eso, así que los limpié con un trapito mientras inclinaba la pecera evitando que el sucio cayera al agua. Al final el agua parecía aún más verde. Dos o tres días después decidí que tenía que cambiar el agua. Quité de la pecera una parte, con mucho cuidado para no botar el pececito, y la reemplacé por agua de la llave. Le eché goticas azules. Algunos días después el agua estaba nuevamente verde. La volví a cambiar. La siguiente vez saqué toda el agua y guardé un poco, luego lavé bien la pecera y las piedritas, el agua quedó transparente, y el pececito parecía estar bien. La siguiente vez le quité la planta que estaba como enferma, podía ser eso, y le puse cinco gotas del líquido azul. Luego todos los días le cambiaba un poquito de agua y a veces le echaba líquido azul.
Estaba convencido de que no debía ser así y tenía que encontrar una solución. Limpiar bien. Limpiar bien el agua.
Pensé.
Jabón. Debía funcionar. Era una buena idea. Decidí utilizar jabón. En una taza disolví un poquito de jabón lavar la ropa y luego eché una parte en la pecera. No pasó nada. El agua no cambió de color y el pececito no hizo nada extraño. Revolví. Le soplé con un pitillo para que se mezclara e hiciera efecto. Esperé. Le eché el resto del jabón. Debía tardar, así que me ocupé en otras cosas. Cuando volví el pececito estaba en la superficie del agua inclinado sobre un costado, se movía, así que rápidamente lo puse en una vasija con agua de la llave. Volvió a nadar sin inclinarse, despacio. Al rato nuevamente se inclinó y luego ya estaba muerto.
Yo quería a mi pececito, yo hice lo que pensé que era lo mejor para él, y pensé mucho, me esforcé, hice lo mejor posible, pero yo no sabía que lo que hacía lo mataría. Yo no sabía. Yo quería hacerle el bien.
Aún amo los peces.
No basta con querer hacer las cosas bien, tampoco pensar en cómo hacerlas bien, necesitamos saber para poder hacerlas bien, y hacerlas bien. Todos nosotros, todos los días, aportamos una gotica a dañar el agua a nuestro alrededor y la vida que depende de ella, y muchas veces no sabemos las consecuencias que puede tener lo que hacemos.
Para ser ciudadanos del agua necesitamos saber sobre el agua. Necesitamos conocimiento científico y saberes auténticos. Necesitamos observar, razonar y actuar con rigor.
La línea del tiempo (21, 22 y 23) recoge las grandes transformaciones normativas e institucionales en materia de gestión del agua y sus relaciones con la gestión ambiental y territorial. La línea está organizada alrededor de cinco grandes períodos de tiempo. El primer gran período va de 1950 a 1985. Este podría caracterizarse por una gestión centralizada del agua destinada a los acueductos municipales mediante el Instituto de Fomento Municipal (Insfopal), creado en 1950. En las áreas rurales y los pequeños centros poblados la responsabilidad recaía en el Programa de Saneamiento Básico Rural del Instituto Nacional de Salud. La creación del Inderena, en 1968, y la promulgación del código de recursos naturales (Decreto 2811/1974) marcan un gran hito en la gestión ambiental. En el código ya aparecen instrumentos como las concesiones de agua, las normas de calidad, las sanciones por contaminación y las tasas por uso de agua, y las tasas retributivas que serán reglamentadas posteriormente. En 1986 la competencia de prestación del servicio de acueducto pasa a los municipios y, muy rápidamente, en 1987, se liquida el Insfopal.
El segundo período, el de la descentralización de la prestación del servicio de agua potable, tiene una duración muy corta, ya que la constitución de 1991 abre la posibilidad a la prestación de los servicios públicos domiciliarios a agentes privados, y esto va introducir numerosos cambios institucionales y desarrollos legislativos en un período muy corto. En este período de descentralización jugó un papel muy importante el programa DRI-PAN, que buscaba promover la organización campesina y la autogestión. Bajo este esquema, las Corporaciones Autónomas Regionales, que todavía tenían funciones de promoción del desarrollo, se encargan de la construcción, ampliación y mantenimiento de los acueductos en áreas rurales. Tras la promulgación de la Constitución de 1991, la posibilidad de privatización del servicio de acueducto lleva a la creación de la Comisión Reguladora de Agua Potable y Saneamiento Básico (CRA) encargada de la regulación para la prestación de los servicios públicos de acueducto, alcantarillado y aseo. La CRA se adscribió al Ministerio de Desarrollo Económico, que también tenía responsabilidades en materia de vivienda, planeación y desarrollo urbanos. Dos años más tarde se promulga la Ley 142/1994, que es la gran norma que regula la prestación de los servicios públicos. Los principios generales de la Ley 142/1994 propenden por que exista competencia en la prestación de los servicios públicos y esta competencia debe atender a tres criterios fundamentales: la suficiencia económica de las empresas, la eficiencia económica y la capacidad de pago de los usuarios, Estos principios se conjugan en que las tarifas deban cubrir los costos del servicio y que en caso de que la capacidad de pago no sea suficiente, puedan existir subsidios, preferentemente cruzados, que en la inmensa mayoría de las áreas rurales son inviables. Además, para poder acceder a los subsidios, el acueducto debe estar formalizado y suministrar agua que cumpla con las normas de calidad.
En 1995 se crea la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios (SSPD), que se encarga del control, inspección y vigilancia sobre las empresas de servicios públicos. El esquema de regulación insiste en la formalización de los acueductos y exige una gran cantidad de requisitos, muy difíciles de cumplir para acueductos rurales con pocos usuarios, en materia de aplicación del marco tarifario, inscripción en los sistemas de información vía internet, contabilidad, cumplimiento de los estándares de calidad del agua. La lógica general distingue entre operadores públicos, privados o mixtos, pero los acueductos comunitarios difícilmente encajan en esta dicotomía. En materia ambiental, la Ley 99 de 1993 crea el Ministerio del Medio Ambiente. Se liquida el Inderena y las CAR se convierten esencialmente en autoridades ambientales y pierden su función de promoción del desarrollo. Para los acueductos comunitarios las CAR dejan de ser un aliado que los financia para convertirse en un ente más dispuesto a sancionar que a apoyar.
El último período planteado va de 1996 hasta el presente. Por una parte, se empieza reconocer que las condiciones reales en las que se presta el servicio de acueducto y de saneamiento básico en áreas rurales no corresponden con las que supone el marco normativo y se empiezan a generar iniciativas para superar algunas de estas dificultades. Al mismo tiempo, las presiones relacionadas con los trámites para los acueductos comunitarios aumentan. En paralelo, los acueductos resisten, se empoderan y reciben apoyo de sentencias judiciales, de ONG, de la Defensoría del Pueblo y de la Administración Distrital de Bogotá.
Dichas fuentes vivas están en el Borde. El borde como palabra es usada en su doble condición. En primer lugar, el borde como un fenómeno de interface o transición dinámica entre lo urbano y lo rural, regidos por una dinámica de ocupación y uso del territorio que funciona como un todo socioambiental, no siempre coherente y cohesivo. En segundo lugar, entendemos el borde también desde su referente simbólico de riesgo, de límite, donde podemos encontrarnos con muchas posibilidades para la vida, en una transición que puede tomar el rumbo de la catástrofe o por el contrario ir hacia una salida sostenible, claro está, con rutas que pueden mostrar muchos gradientes intermedios.
Para terminar, mantener las fuentes vivas implica que como seres humanos hagamos un gesto de consciencia ecológica y ambiental, lo que es un acto fundamental para vivir en un territorio sostenible. Un territorio sostenible como espacio geográfico requiere ser apropiado por nosotros sus habitantes para el desarrollo de nuestra vida bajo lógicas que mantengan las características que permitan el florecimiento de la vida tanto de las presentes como de las futuras generaciones humanas y las de otros seres vivos que cohabitan con nosotros este lugar de la Tierra.
Convocatoria Colciencias 569
Programa de Ciencias, Tecnología e Innovación en Ambiente, Biodiversidad y Hábitat
Líneas de acción:
Gestión integral del agua
Hábitat y uso sostenible del territorio
Título del proyecto:
Territorios del Agua y Redes de Práctica y Aprendizaje:
Apropiación Social del Conocimiento y Gestión Colaborativa
en el Borde Sur del Distrito Capital