Involucrarse voluntariamente en una actividad –lícita– cuyos riesgos se conocen, implica, de suyo, la aceptación o asunción de estos últimos, en el sentido de que si estos llegan a materializarse, significará tanto como haber renunciado a exigir de otro reparación de perjuicios. Tal idea se corresponde con la máxima romana volenti non fit iniuria, por la que se entiende que si alguien voluntaria y conscientemente se coloca en una posición que pueda ocasionarle daño, no puede luego dirigir reclamación contra ninguno.